RELATOS SOBRENATURALES.
“La realidad supera a la ficción; abre los ojos.”
Relato I.
Odio el amor. Si pudiera dar marcha atrás en el tiempo y que me concedieran uno de esos deseos, con el que soñamos cuando queremos comenzar una relación, pediría no haber nacido. No es que sea derrotista, ni desarrolle una teoría del existencialismo pesimista, es que seguro que cualquiera de vosotras en mi lugar opinaría de la misma forma.
Odio la vida. Porqué tuve que nacer. ¿Para vivir una vida que no me correspondía? Para sufrir en silencio, no el dolor de las hemorroides del anuncio, pero sí un sinfín de experiencias que sólo han servido para apagar mis pensamientos y acabar con mi alma. Si es que aún la tengo.
Odio, odiar…
…Nunca he podido olvidar cada uno de los golpes que he recibido durante nuestra relación.
Todo parecía maravilloso al principio. Esto no es un tópico, es la realidad, mi realidad y posiblemente la de mucha de vosotras.
Cuando nos conocimos parecía que había sido un flechazo. Teníamos tantas cosas en común. La misma música, los mismos libros, las mismas películas coincidían siempre de manera inesperada en nuestros primeros encuentros. Yo no he sido mucho de salir pero, desde que nos conocimos, me animé e íbamos juntos a todas partes.
Creo que mi primera equivocación fue ofrecerle que se viniera a vivir conmigo. Yo me sentía la persona más feliz del mundo y, por un momento, creí que nuestras vidas estarían complementadas y compenetradas hasta que la muerte nos separara. Al mes ya estábamos casados y esperábamos el primer hijo. No sé si eso fue el detonante de nuestra catastrófica relación. No, no voy a justificar ninguna de sus acciones.
Podría contaros muchas de las noches que he pasado en el hospital. Fingiendo que me he caído por las escaleras, me han atracado, el perro me ha mordido o soy muy torpe y todo me pasa a mí continuamente. Ya no me quedaban más escusas.
Pero hoy sólo voy a relataros la primera vez.
Acabábamos de terminar de cenar y no pasaba un día que no hiciéramos apasionadamente el amor. Bueno a veces era sexo puro y duro pero me autoengañaba creyendo que podía haber algo más. Permanecíamos sentados en el sofá, uno sobre el otro y me dispuse a besar sus carnosos y tan conocidos labios. En ese momento no sentí nada. Sólo sorpresa, después dolor y angustia. Me había arrancado un trozo del labio inferior. Me lleve la mano a la boca y únicamente veía sangre. Sangre y sus ojos mirándome con ironía y satisfacción.
Por qué lo has hecho, nos pregunté.
Porque has salido con tus amigos, me respondió.
No me lo puedo creer, qué acabas de hacer…
No me dio tiempo a decir nada más. De repente, estaba sobre mí, golpeándome con uno de los trofeos que había conseguido en mis concursos de pintura. Yo no podía hacer nada. Mi mente marchó muy lejos de allí pero mi cuerpo era incapaz de moverse.
Desperté en el hospital y quise pensar que todo había sido un sueño pero sólo había sido el principio.
La sala se estremeció. Algunos tragaban saliva, otros se acariciaban los brazos compulsivamente y la mayoría miraba hacia abajo sin ser capaces de mantener la mirada con ninguno de los allí presentes.
Yo, ahora, me sentía mucho mejor y aquel grupo de terapia me había ayudado. Todo lo que había sido capaz de vomitar me abría las puertas a una nueva vida y una nueva posibilidad. No podía salir de allí sin reconocer mi verdadero problema…
…no os he dicho mi nombre. Me llamo Juan y mi mujer me pega.