Relato II.
Comienza a anochecer y Raquel empieza a sentir un miedo demasiado habitual. Tiene sólo ocho años y a pesar de que su madre intenta convencerla una y otra vez de que no son reales, sigue creyendo en monstruos.
Bueno, no en monstruos, en el Monstruo.
Hace unos meses que no duerme bien y se levanta muchas noches gritando y diciendo cosas ininteligibles sobre un ser que se le aparece para hacerle daño. Sus padres ya no saben qué hacer. Durante algún tiempo han dejado una luz encendida en la habitación y no les funciona.
La han intentado llevar a dormir con ellos y no quiere hacerlo.
Incluso le han hecho ver una y otra vez la película “Donde habitan los monstruos” y no ha servido para nada.
El padre comienza a pasar del tema ya que trabaja a turnos y necesita descansar. Ahora sólo le queda su madre. No está muy instruida y aunque se traga todo los programas educativos posibles no encuentra recursos suficientes para solucionar la angustia que vive Raquel.
En un mundo como el de hoy, la madre, ni siquiera se ha planteado que la posibilidad de que existan los monstruos sea real. Pero ¿y si fuera cierto? La siguiente noche va a quedarse en vela para descubrir qué es lo que angustia a su hijita.
Le da un beso de buenas noches, la arropa y baja a la cocina a preparase un café para que el sueño no haga mella en ella demasiado pronto. Comienza a mirar el reloj de pared esperando que en cualquier momento comiencen los gritos. No hay señal de alarma. Todo está tranquilo.
La mujer, poco acostumbrada a no acostarse a las once, ha dado una cabezada. Un ruido la sobresalta. Inmediatamente sube las escaleras corriendo y abre la puerta de la habitación de su hija. No hay nadie. Enciende la luz y no hay nadie en el cuarto.
Cada vez se siente más y más angustiada, su hija no está. Comienza a llamarla a gritos y nadie responde. De repente escucha un leve gemido y se pone en alerta. Consigue ver unos pequeños dedos de pies debajo de la cama. Raquel está escondida debajo de la cama. Suspira aliviada y abraza a su hija como si hicieran meses que no la ve. Ahora todo está tranquilo.
No ha conseguido sacarle nada a Raquel de sus conductas alteradas. Siempre la misma frase “el Monstruo va a venir a por mí”.
La madre, preocupada lleva a su hija a ver a su amiga psicóloga. Tiene una hija de su misma edad y ha decidido que Raquel se quede a jugar y dibujar un rato con ella. Necesita salir de su aislamiento y mutismo.
Son las siete de la tarde. Hace tres horas que la hija no está en casa y suena el timbre de la puerta.
La madre ilusionada va a recibir a su hija. Seguro que hoy viene contenta y le cuenta todo lo que ha hecho en casa de su amiga. Posiblemente le lleve un nuevo y bonito dibujo dedicado. Éste lo pegará con el imán en la nevera…
-¿Señora Ripoll?
-Sí, soy yo.
-Hemos venido a informarla de que su marido ha sido detenido por incesto y continuos abusos a su propia hija. ¿Puede acompañarnos?
El Monstruo, el Monstruo… ¡¡¡¡ el Monstruo!!!!
Jo qué bien, me gusta como escribes. ¿Por qué no lo haces más a menudo?
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